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Conocer "La Joya" centroamericana, una de las mejores experiencias en la vida (9/ago/10)
45 AÑOS Y SOLO 4 Y MEDIO EN
BELICE.
Jorge Luis Hidalgo Castellanos
Los aniversarios son
ocasiones para festejar o conmemorar. Personalmente me gustan y los cumpleaños
me recuerdan mucho mi infancia, de casquete y pantalones cortos y con mi piñata
en forma de cordero casi de tamaño natural. El 13 cumpliré años y habré pasado
una novena parte de mi vida en Belice, este pequeño país caribeño ubicado en
Centroamérica al que he tenido la oportunidad –como pocos mexicanos- de conocer,
descubrir y disfrutar durante más de 4
años y medio hasta llegar a quererlo.
La primera impresión de
Belice la tuve el 1º de febrero de 2006, alrededor del medio día, cuando arribe
en un vuelo comercial, después de hacer escala en París y Houston, procedente
de Viena. Al abrirse la puerta del avión, sentí en mi asiento de la fila 22 el
sopor de 31 °C con una humedad de 90% que por poco me obligan a quitarme el
blazer azul marino que traía puesto. Descendí de la aeronave, viendo rápidamente
los alrededores de un verde intenso, iluminado por el candente sol, por una
escalerilla –no había un ducto especial que me llevará a la terminal- desde la
que caminé jalando mi maleta rodante hasta la terminal del pequeño aeropuerto
internacional Philip S. Goldson. El corto trayecto hacia la ciudad de Belice
fue agradable e inmediatamente me apasioné del río Belice que vi a la derecha
de la carretera y que me guió por 5 millas, en la parte más bonita que existe
en ella.
Había viajado 14 horas, más 4
de escala y había 7 horas de diferencia (más tarde en Europa) por el huso
horario y 45 °C más respecto del momento en que salí, en invierno, de la
capital austriaca con 15 ° bajo cero. Estaba cansado, somnoliento, con mi
familia muy lejos –incluyendo un nene de un mes- y un calor húmedo y espantoso,
que unido a los mosquitos, en conjunto contribuyeron a que no encontrara una
ciudad bonita. Me pregunté qué había yo hecho para merecer esto.
Después de 54 meses, con la
familia reunida, varios viajes, amigos, libros y otras cosas, entendí porque
llegué a Belice, pues haber estado en “la Joya” es una de las mejores
experiencias y etapas de mi vida. Aquí se descubre –si uno quiere- algo
diferente y no sólo la naturaleza (flora, fauna, lluvia, ríos, mar, arrecife,
montaña, selva, fruta, cielo y estrellas –el cielo nocturno del Sureste y de
Centroamérica es uno de los más bellos del mundo-), sitios arqueológicos y
amigos, sino a uno mismo, porque la reducida población y lo antes descrito favorecen
la auto reflexión y la meditación en lo que puede ser una verdadera joya o
paraíso terrenal.
Amigos, de todo tipo y de
todo el mundo, no solo beliceños, que ya de por sí son una mezcla de razas;
sino europeos, asiáticos, americanos –sudamericanos incluidos-, africanos, de Oceanía
y hasta de Yucatán. Ah, la cercanía de la península y la permanente posibilidad
de visitar Mérida y mis amigos yucatecos.
Han sido 648 semanas
aproximadamente viviendo en Belize City sin extrañar mucho las grandes
ciudades, porque en todo caso se tiene cerca también a Miami, Houston, Cancún,
San Salvador, Guatemala y Chetumal. Una ventaja es que en Belize City todo está
a 10 minutos de distancia en coche, aunque se camina menos que en las ciudades
que mencioné.
En Belice he celebrado 5
cumpleaños, en cinco agostos lluviosos; no he perdido esos años, sino que los
he ganado; no los deduzco de mi cuenta sino que los sumo a la experiencia para
que el bagaje sea mejor, con la esperanza de reflejarlo en mi vida. Belice nos
ha dado a mi familia y a mí un cumulo de enseñanzas, sobre todo la posibilidad
de crecer en lo personal y de aquilatar el valor de la naturaleza y de la gente,
de nosotros mismos. Cómo no hacerlo con los brillantes y somnolientos amaneceres locales, o al ver una parvada de
pericos volando al atardecer, o los saltos de delfines a escasas millas de la
costa, las orquídeas negras y heliconias que abundan en Belice, los manatíes en
el río que desemboca al mar Caribe, los colibríes, tucanes, carpinteros e
infinidad de aves que se posan en mi cerca e incluso los cocodrilos que
merodean en los pantanos, sin olvidar las palmeras, los mangos, los
chico-zapotes, los mameyes o los Mayflowers.
Los amigos, son de verdad y muy cercanos, no esperan nada a cambio y están dispuestos
a apoyar, con una sonrisa y los brazos extendidos.
Los aproximadamente 1,620
días que he pasado en Belice han sido pocos para conocer con mayor profundidad
este pequeño país, mucho tiempo para hacer mi trabajo, el suficiente para
pasarlo con mi familia y con mi esposa, y un remanso en la vorágine de la
competencia profesional de la vida actual.
Pero uno queda prendado de Belice desde que se le ve, al percibir su exuberancia, como cuando se ve a una mujer desconocida atractiva, misteriosa y sensual, pero que se nota alegre, inteligente, ingenua y coqueta a la vez, además de cariñosa . Yo me quedaría toda mi vida con esa mujer y conmemoraría cada año no sólo mi cumpleaños sino haberla conocido. 4 años y medio son pocos. H
Pero uno queda prendado de Belice desde que se le ve, al percibir su exuberancia, como cuando se ve a una mujer desconocida atractiva, misteriosa y sensual, pero que se nota alegre, inteligente, ingenua y coqueta a la vez, además de cariñosa . Yo me quedaría toda mi vida con esa mujer y conmemoraría cada año no sólo mi cumpleaños sino haberla conocido. 4 años y medio son pocos. H
Hermoso Cayo beliceño |
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