lunes, 27 de diciembre de 2010

Regalo de fin de año

Los lugares pequeños tienen muchas ventajas y la tolerancia y el respeto son fundamentales en una sociedad globalizada.

Small places have a lot o advantages if compared with big cities. Tolerance and respect are corner-stones of a globalized society.

Os locais pequenos tem muitos beneficios e vantagens, mas a tolerancia e o respeito san fundamentais numa sociedad globalizada.



Articulo/Article/Artigo

Por un niño "globalizado"  (27/dic/2010)

GLOBALIZACION
Los zapatos le incomodaban y no soportaba los calcetines; tampoco quería estar de la mano todo el tiempo, pues deseaba salir corriendo a donde le viniera en gana. Estaba de vacaciones –afortunadamente- en la gran ciudad y aun y cuando era agosto y no hacia frío en el altiplano, a los tres días quería regresar a su terruño, por lo menos al que él consideraba su lugar de origen en el tórrido trópico, muy cerca del mar. Es en estas ocasiones cuando uno se da cuenta que las nacionalidades y las fronteras son artificialmente establecidas, como algun ministro de Exteriores lo señaló y fue víctima de los nacionalistas.

Cuando le preguntaron a este pequeño de poco más de tres años de dónde era, sin vacilar respondió que del lugar donde en ese momento vivía  –aunque era acreedor a por lo menos 3 nacionalidades-, único que recordaba y al que arribó antes de caminar. Sus padres eran de otros países y el niño había nacido en otro continente, pero a su tierna memoria infantil sólo le era familiar el entorno que en treinta meses había conocido y que por ser una pequeña ciudad le permitía una libertad casi absoluta con un clima cálido que le dejaba disfrutar todo el año el patio y jardín de su casa, sin límites para él y su hermano mayor, y donde usualmente andaban descalzos y en shorts o semidesnudos.

Con el paso de los meses y no obstante continuos comentarios que escuchaba respecto a que tenía tres nacionalidades y de hecho viajaba a su corta edad, dependiendo del destino, con dos o tres pasaportes, él aseveraba y defendía su adoptado origen, aunque podía, literalmente, ponerse la camiseta de las otras tres naciones cuando competian internacionalmente, sobre todo en fútbol, que le encanta; las identificaba muy bien y sabía lo que decía. Sin embargo, el país donde residía era su referencia y adoptó su idioma, acento, costumbres y comida.

El destino y algunas peronas quisieron que su padre fuera a trabajar a otro lugar, lejos, muy lejos, casi en la Cochinchina y poco a poco al pequeño travieso, inquieto e incansable se fue convenciendo de que iban a realizar un largo viaje a otro país. Al principio le gustó la idea y dijo que quería ir, para regresar a su casa y contarles a sus amigos a dónde había ido; cuando se le insisitió en que su nueva casa estaría en aquel otro país, rompió en llanto, pues súbitamente percibió que no regresaría a su adorado terruño, por lo menos no pronto. No tuvo opción y viajó con la familia.

En el nuevo hogar, con otro idioma, cultura, escuela y amigos, todavía se rebelaba y pedía regresar, pero las semanas, los nuevos lugares y su capacidad le hicieron reconfortarse y percibir –y aceptar- que realmente estaba en otra tierra.

El ser humano tiene la capacidad de adaptarse a casi cualquier lugar al que las circunstancias le obligan a ir. A veces las mudanzas son voluntarias, muchas otras son obligadas y la historia da cuenta de ello con los miles de refugiados, asilados y desplazados dentro de un mismo país o a otros continentes, por causa de regímenes políticos, guerras o desastres naturales. Lo importante es que los lugares de destino se nutren de los que llegan y estos normalmente se asimilan a la cultura local, independientemente de su lugar de origen. Son las enseñanzas de los adultos o las presiones de los grupos lo que hace que haya nacionalismos que si bien pueden ser benéficos, pueden ser peligrosos, sobre todo por la intolerancia.

Nuestro pequeño recién llegado, es hasta ahora un ciudadano del mundo y desconoce la discriminación. A su corta edad conoce varias culturas e idiomas, producto de su exposicion a diversos ambientes y grupos. Su mayor cambio ha sido que aprendió a que la urbe le limita la libertad que tenía, como andar sin zapatos y en su triciclo frente a su casa, junto a su hermano. Más tarde, ojalá no, tendrá que aprender que hay más limitaciones que impone la “civilización” y la ciudad que da anonimato.

Por lo pronto este pequeño disfruta, salta, corre, grita, conoce y hace berrinches pues apena cumple cinco navidades, casi en el día en que millones festejamos y conmemoramos el nacimiento de otro niño “globalizado” que predicó la tolerancia y el amor. Felicidades!H


Copyright 2010    Texto & Fotos: Hidalgo

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